Dos películas que se desvían de esta realidad y construyen otra paralela en la cual lo imposible se hace posible han sido “Red, White and Royal Blue” (2023) de Matthew López y “Barbie” (2023) de Greta Gerwig. En ambas no existe culpabilidad alguna en cuanto a lo que los personajes son y representan pues el entorno es proclive a aceptarlos y celebrarlos.
En el film de López no solo lo personal sino también lo político se transforma en un cuento de hadas, cuando Alex (Taylor Zakhar Pérez) hijo de la primera mujer presidenta de los Estados Unidos, interpretada con gusto por Uma Thurman, se enamora de Henry (Nicholas Galitzine), hermano del futuro rey de Inglaterra. Basada en el bestseller de Casey McQuiston, la película calca el estilo edulcorado de la novela donde se busca el balance entre lo inclusivo y lo exclusivo, favoreciendo una mezcla igualmente balanceada entre raza y género bajo los parámetros de lo políticamente correcto. El plano de conjunto que cierra el film con la madre de Alex, texana de extracción humilde reelegida como presidenta, su padre orgulloso de ser hijo de inmigrantes mexicanos y él agarrado de manos con el príncipe Henry cual feliz pareja interracial gay para este milenio, calma momentáneamente las ansiedades de quienes no pertenecen al grupo blanco heterosexual dominante y por ello son rechazados.
Lo igualmente edulcorado de la cinematografía y una cámara que acaricia con sus paneos y planos picados los perfectos cuerpos de Álex y Henry completan la fantasía, validando las diferencias y lo diferente, en una época donde las intolerancias los mantienen bajo acoso. En la dirección del dramaturgo Matthew López, quien debuta aquí como cineasta, el imaginario en torno a las luchas para desafiar los prejuicios y manifestar abiertamente la dirección del deseo, desarrollado en su laureada obra teatral “The Inheritance” (2018), deja el gueto y sale a la luz de los flashes de los teléfonos móviles con su nutrida gama de redes sociales, constituyendo un lenguaje paralelo al de la hiperrealidad del film. Ello lleva a un primer plano la importancia de los nuevos lenguajes para presionar al estatus quo, en la batalla por un reconocimiento a la par al de los grupos históricamente aceptados, e imponer una nueva normalidad mucho más cónsona con los intereses y desarrollos culturales contemporáneos.
“Estoy seguro de que si yo hubiera tenido acceso a un personaje como Álex en mi adolescencia, mi vida hubiera sido mucho más fácil”, declara el director, reiterando la necesidad de promover modelos multisexuales y multiculturales en Hollywood, especialmente cuando la competencia de las plataformas virtuales está llevándose el mercado. De hecho la producción de “Red, White and Royal Blue” es de Amazon Prime, lo cual reafirma la reticencia de los estudios tradicionales para apoyar este tipo de proyectos.
Por su parte, “Barbie” es una producción de Warner Bros. y cuenta con el poderoso respaldo de su maquinaria. De hecho es la película que más dinero ha producido nunca para este estudio, siendo una de las más taquilleras de todos los tiempos. Ello, dada la importancia icónica de la muñeca en el imaginario colectivo como juguete, pero también como depositaria de los miedos más ocultos, tal cual se observa en el documental de Todd Haynes “Superstar: The Karen Carpenter Story” (1988), donde la existencia signada por la anorexia que llevó a la muerte a la cantante se representa utilizando Barbies en lugar de actores.
El film de Greta Gerwig invierte la ecuación. Margot Robbie (Barbie) y Ryan Gosling (Kent) son los muñecos de carne y hueso viviendo felices en un mundo donde todo se presenta en colores pastel hasta que deben desplazarse al real; si bien se mantienen en el plano corporativo donde la afluencia económica los sigue aislando de la auténtica realidad. Grandes angulares sobre Venice Beach y el acristalado rascacielos de Mattel, secuencias de persecuciones en lujosos automóviles por las avenidas de Los Ángeles, escenas en la escuela de una zona residencial, se cotejan con su simulación en el reino de juguete de Barbie. De cualquier modo será en el nuestro donde los muñecos encontrarán respuesta a sus interrogantes. Un reino infinitamente más disfuncional, en el que los juegos incluyen la guerra, la destrucción del ecosistema, las migraciones masivas y, sí, la sujeción de la mujer y las otredades raciales y sexuales al poder patriarcal; un poder abrazado con ganas por Kent en sus distintas versiones, cuando cae en cuenta de que ha estado sometido al dominio de Barbie durante más de seis décadas, al tiempo que esta se verá enfrentada al sexismo imperante en esta contemporaneidad.

Los números musicales espejearon los films del género como “Top Hat” (1935) de Mark Sandrich, “An American in Paris” (1951) de Vicente Minnelli y “Les Demoiselles de Rocheford” (1967) de Jacques Demy; así como su reinterpretación en “La, La Land” (2016) de Damien Chazelle donde Gosling tuvo un papel estelar. En tal sentido, las secuencias de los Kent bailando entre ellos tomados de las manos, enfrentándose en una guerra playera vestidos de arcoíris y lanzándose flechas plásticas rosadas. o cantando a la luz de una hoguera en la playa con sus coloridas guitarras más enamorados de su look que de las Barbies alrededor, apuntan hacia un narcisismo y una ambigüedad sexual llevando a la prohibición del film en numerosos países de Asia y el mundo árabe, por “promover la homosexualidad y otras desviaciones occidentales” y “minimizar la importancia de la unidad familiar”.
Un exabrupto ciertamente, sobre todo en lo que a esto último respecta pues la filmografía de la directora incluye películas tan icónicas como la séptima versión de “Little Women” (2019) y “Lady Bird” (2017), además de reafirmar con “Barbie” el lazo madre-hija y el paso de esta a la vida adulta. De acuerdo con Gerwig: “El dolor de las contradicciones, de no poder cerrar totalmente esa brecha entre la edad adulta y la niñez, también está presente en la película. Es esta sensación desbordante de alegría, y decirse entonces: ‘Nunca podré volver allí’”. Una certeza tan actual como la celebración de las diferencias —Barbie doctora está interpretada por una actriz transgénero— que esta y las demás películas han abordado como reacción hacia un tiempo lleno de injusticias e incertidumbres, pero en lucha contra quienes buscan imponer su estrecha visión de la realidad.

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