Por Javier Mora
Dirección: Roberto
Gavaldón
País y año: México,
1959
Idioma
Original: Español
Formato: 35
mm
Categoría: Ficción
Tipo: B/N
Duración: 90
min. Nota:
4
Una película
considerada entre las mejores del cine mexicano; en la que se
explora, una vez más, la más grande de las tradiciones de México,
el culto a la muerte y su interacción con los seres humanos.
Macario
es un pobre hombre que junta leña en el monte y la vende en el
pueblo para darle sustento a una numerosa familia. Su máximo sueño
es poder comerse un guajolote el solo sin darle a su familia. Por
azares del destino, logra su cometido y escapa al monte para comer
solo, encontrando diversos personajes, quienes le piden un bocado;
pero, es a la muerte a quien invita a comer. La muerte, para
agradecer el gesto, le otorga el poder de predecir y prevenir que
alguien muera. Este poder le trae riquezas y fama; sin embargo, el
clímax de la cinta dista mucho de lo que el espectador espera.
El
director Roberto Gavaldón (La
diosa arrodillada, 1947; El gallo de oro, 1964) elige
una historia que bien representa el folclore mexicano y su
fascinación por la muerte; llevando el blanco y negro de la cinta al
retrato de miseria de la vida rural mexicana de mediados del siglo
XX. La fotografía, los paisajes y las locaciones sumergen al
espectador y lo hacen compañeros de aquel que busca un minuto de
felicidad en su infinita miseria. Las limitaciones del blanco y negro
sólo hacen el ambiente más sórdido, logrando hacerlo parte de la
historia, verla a color reduce el impacto de la historia.
El
reparto no podría estar mejor elegido, Ignacio López Tarso (La
sombra del caudillo, 1960; El hombre de papel, 1963) con el papel principal lleva a Macario a un nivel que atrae al
espectador por su soltura y naturalidad; actores de la talla de
Enrique Rambal (El
mártir del calvario, 1952) o Enrique Lucero (Canoa,
1976; Las poquianchis, 1976) quien
da vida a la muerte y le imprime un sello característico de lúgubre
solemnidad, aún en algunas escenas que quisieran ser cómicas.
La
historia es una oda a la tradición casi fetichista, que tiene el
mexicano, con la muerte y las cosas paranormales. La cinta lleva al
espectador por un viaje a lo que sería un encuentro con aquello a lo
que llegaremos todos algún día y que muchos temen. Magníficamente
llevada y narrada, no hay momento en que se sienta floja o que caiga
en un bache; la película fluye a un ritmo, no vertiginoso, pero
constante y el clímax es una buena decisión del director.
El
cine mexicano de los 50’s se caracteriza principalmente por
enaltecer la vida rural del país y mostrar su riqueza en
tradiciones; no obstante, se llega a caer en la crudeza y el morbo
con otras cintas que no demeritan su valía. El cambio radical en los
60’s y 70’s hacia dos grandes tendencias; cintas puramente
comerciales, para hacer dinero y entretener o películas que querían
mostrar la parte sórdida de un México subyugado por una política
represora que solo mostraba el lado bonito.
Macario
es digna de verse, no solo por su contenido, sino por su valor
fílmico y narrativo que demuestra que no solo el cine con grandes
efectos especiales es digno de verse; una historia que se puede
contar de manera espectacular a nivel de suelo.