“La vergüenza”: Dificultades familiares e integración del inmigrante

 

Si bien muchas familias españolas que adoptan a niños de otras etnias logran incorporarlos positivamente a su entorno, no es menos cierto que las dudas, en cuanto a la aceptación del adoptado y su inserción en la sociedad, juegan un papel fundamental a la hora de decidir dar este paso o echarse para atrás una vez que el niño ha entrado en el nuevo hogar. En tal sentido, la urgencia de devolver lo que no se ha sabido entender tiene en el film “La vergüenza” de David Planell, una expresión múltiple y contundente, partiendo de la historia de Manu, un niño peruano de 8 años quien ya ha sido devuelto en el pasado al centro de acogida madrileño por prospectivos padres que no supieron acercarse a él. Problemas de comunicación, integración, autoestima y ajuste del pequeño se aúnan a los personales de Lucía y Pepe, los prospectivos padres, mostrando las dificultades familiares, en esta doble negociación de los afectos entre el yo interior y el otro, para mostrar un racismo encubierto bajo la corrección política de una pareja joven y progresista.
Las fronteras materiales e inmateriales entre Manu y sus posibles padres tienen una complejidad mayor, producto de las preconcepciones hacia lo que no resulta familiar y por tanto sujeto a sospechas. “Lucía, que nos roba la peruana”, sostiene Pepe, cuando no encuentra un reloj, culpando inmediatamente a Rosa, la empleada encargada de cuidar a Manu. “De que sirve que sea peruana. Ni siquiera le canta canciones de su país”, prosigue Pepe, reduciendo al estereotipo cultural los parámetros de comportamiento de Rosa hacia Manu, y justificando con ello el supuesto fracaso de esta para contrarrestar la rebeldía y hostilidad del niño.
La inexperiencia de Pepe para lidiar con los problemas intrínsecos de Manu responde a un desconocimiento de las consecuencias psicológicas que tiene en el muchacho ser víctima del rechazo, tanto de la madre biológica como de los padres adoptivos, además de las dificultades para ser aceptado socialmente. “Le pegaron chicles en la cabeza”, le informa Lucía a su marido cuando el chico se vuelve víctima del acoso escolar. Esto, cual antesala a los problemas de marginación del colectivo si al llegar a los 18 años, tal como les sucede a muchos jóvenes inmigrantes sin papeles que todavía no han podido salir de las casas de acogida y los centros de protección, se encuentra también él repentinamente solo y en la calle. Pues son ciertamente la exclusión y el racismo los causantes de que muchos de estos adolescentes, abandonados por sus progenitores inmigrantes al nacer o llegando al país durante la minoría de edad, ingresen a la red de bandas, en este caso latinas —“con esa pinta de Latin King que se ha puesto”, censura Pepe a Manu al no haberse cortado el pelo como a él le gustaría—, estableciéndose dentro de España desde el repunte migratorio del nuevo milenio.

 

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