El cine español tiene también un prestigio cuando afronta, a través de la calidad, un mundo de esfuerzo y tesón. La película El prado de las estrellas (2007) dirigida por Mario Camus, es un buen ejemplo del coraje de un joven que se enfrenta al mundo del deporte, concretamente, al ciclismo, cuando decide participar en carreras.
La bicicleta se convierte aquí en metáfora del esfuerzo, es impresionante ver a los ciclistas subir los picos de Europa, por ejemplo. Si hay un deporte, donde el esfuerzo represente lo máximo y se pueda ver el coraje, es, sin duda alguna, el ciclismo.
La historia de la película transcurre en Cantabria, donde vive Alfonso (interpretado por el gran Álvaro de Luna), este es un hombre humilde de campo, jubilado, que perdió a sus padres siendo niño y que fue cuidado por una mujer, Nanda. Esta se encuentra ahora en una residencia, en San Vicente de la Barquera y Alfonso acude a visitarla a menudo, agradecido por todo lo que ella hizo por él. Un día aparece en el pueblo un muchacho montado a una bicicleta. Es Martín (Óscar Abad), hermano de Luisa (Marián Aguilera), la enfermera de la residencia donde se halla Nanda. Alfonso habla a Luisa para que le proporcione el contacto de Martín. Cuando ya lo conoce y sabiendo su pasión por la bicicleta, le sugiere que se presente a carreras juveniles para que llegar a ser profesional.
Con estos mimbres, Mario Camus filma una bella película en un paisaje maravilloso, de montañas y de verdes prados, donde la historia de estos dos seres humanos, uno ya casi anciano y el otro tan joven, se eslabona para llegar a la emoción y a la importancia de la amistad generacional.
El personaje de Martín, como ya comenté, lo interpreta Óscar Abad, por aquel entonces ciclista juvenil. El joven de Corrales de Buelna fue uno de los elegidos por el exciclista y exdirector cántabro José Antonio González Linares para el casting de la película y Mario Camus optó por él para la cinta.
Óscar Abad no llegaría a ser profesional, aunque llegó a competir en sub23 en varias competiciones. El chico está muy bien en la película, pese a no ser un actor dota a su personaje de frescura y de autenticidad y demuestra que la nobleza y el coraje es lo más importante para conseguir las metas que uno se propone en la vida.
Lo más bello de esta película son las escenas en que Mario Camus filma a la bicicleta por la montaña cántabra, dando mucha importancia al sonido, ya que escuchamos el chirrido de los frenos, el movimiento de la cadena y de los cambios, a la vez que la estela del viento se oye al paso del pelotón. Todo ese universo tiene un sentido metafórico, ya que la bicicleta representa el esfuerzo, está unida al ser humano para vencer las inclemencias del tiempo atmosférico.
La importancia del talento es esencial en la película, en los diálogos entre Alfonso y su amigo Tasio (interpretado por José Manuel Cervino), este último, exciclista. Ambos ayuden a Martín a enfrentarse al mundo que lo rodea, le aconsejan, son sus maestros, pero no coartan sus decisiones, sino que le piden que sea libre y que decida lo mejor para él. La interpretación de estos dos veteranos actores dota a la película de autenticidad, ya que ambos demuestran su talento en sus maduros personajes.
No hay que olvidar la dulzura de Marián Aguilera, muy natural como la enfermera de la residencia y hermana de Martín. Sin olvidar a actores como Rodolfo Sancho y Antonio de la Torre que están geniales en sus papeles. Como todos sabemos, de la Torre iniciaría después una carrera llena de talento y de premios.
En la habitación de Martín aparece la foto de Óscar Freire con su maillot arcoíris, porque también son importantes los referentes de grandes ciclistas para el joven. Óscar Freire es un exciclista que cosechó grandes victorias del ciclismo en ruta.
Es importante la simbiosis naturaleza-ser humano, porque desde el principio de la película la naturaleza es protagonista y los estados de ánimo de los personajes principales se reflejan en las montañas de Cantabria. La película es un canto a la hermosura de un paisaje que penetra en Martín, porque se siente pleno cuando pedalea por esas montañas, cuando se enfrenta a otros ciclistas en la carrera.
El final no será afortunado, ya que Martín tiene un grave accidente cuando pedalea en la competición y logra destacarse del pelotón. El accidente llega cuando este choca con una moto de la televisión, lo que pone en evidencia el peligro que supone acercarse mucho a los ciclistas en la carrera, tanto por parte del público como de los periodistas.
Nos queda la belleza de ese paisaje, de las escenas de pedaleo, la amistad entre Alfonso y Martín. Se trata de una bella película que nos habla de coraje, de talento y de afecto. La cámara de Mario Camus (un gran director que siempre recordaremos por su hondura en Los santos inocentes), filma a seres de gran nobleza en un paisaje que es también protagonista de esta historia llena de luz en un paraje de montañas. Como dice el título de la película, es un prado donde podemos ver las estrellas, las del cielo y las de los seres humanos que luchan por superarse siempre.

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